HOSPITALIDAD: la
eficacia del corazón
“La hospitalidad es un
valor ético (difícil de definir, por la misma razón), que evoca la apertura a
un “nosotros” que genere en las personas la experiencia de que “nada humano me
es ajeno”. Evoca realidades próximas como la responsabilidad, la compasión, la
solidaridad, la acogida. (…)
Al ejercer la
hospitalidad, se invita al otro extraño a formar parte del propio mundo, a abandonar
la esfera pública para conocer el terreno de la privacidad. En este sentido, la
hospitalidad funciona como punto de intersección entre lo privado y lo público.
La acogida hace que el extraño deje de ser extraño y el que acoge se haga con
la rica extrañeza de la vida y la considere como oportunidad de aprendizaje.
(…)
La acogida de la
hospitalidad exige que uno esté atento incesantemente a la meteorología del
corazón del otro. La experiencia de sentirse o no acogido está relacionada con
diferentes variables y sentidos. Hay una acogida espacial, una acomodación al
universo del lenguaje, una acogida en la intimidad del corazón…
Sentirse acogido en el
corazón tiene que ver con esa experiencia de confort emocional que uno hace
cuando experimenta que lo más íntimo es también observado, contemplado, no
juzgado y entrañablemente cuidado por el que acoge.
No habrá palabra
oportuna y hospitalaria si no está profundamente arraigada en la gran clave de
la hospitalidad, que es la escucha. Sentirse escuchado, comprendido en el mundo
de los sentimientos, ser captado en el voltaje emocional con que uno vive, ser
visto con el ojo del espíritu, son frutos de la hospitalidad. (…)
La escucha no es un
mero accidente o algo irrelevante, sino la condición de posibilidad para comprender
al otro. Es la expresión de la recepción propia de la hospitalidad que
trasciende el plano de la palabra y del oír y se encarna en todos los sentidos.
Escuchar es, más que una técnica, una virtud ética, un hábito que, al
cultivarlo, desarrolla a la persona y transforma el entorno. (…)
Quien es acogido nunca
viene con “las manos vacías”. El que pide posada –de cualquier tipo que sea-
nos regala la posibilidad de desarrollar nuestra humanidad. Acoger ayuda a
crecer al posadero. Escuchar ayuda a humanizarse al que escucha. Mirar bien
sana la vista del que mira. Aliviar al prójimo ennoblece al galeno. Cuidar nos
hace humanos. Y esta oportunidad la da el huésped que, con su vulnerabilidad,
se hace fuerte ante la aparente fuerza del posadero. Somos todos sanadores
heridos que, en el encuentro, tenemos la posibilidad de crecer.”
José Carlos Bermejo
Higuera (*)
(*) Profesor de la
Universidad Ramón Llull de Barcelona, Católica de Portugal y Camillianum de
Roma, autor de numerosos libros y artículos en español, portugués e italiano.
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