Thursday, August 18, 2016

¡APRENDER ES HERMOSO Y LLEVA LA VIDA ENTERA!






“La velocidad nos ayuda a apurar los tragos amargos. Pero esto no significa que siempre debamos ser veloces. En los buenos momentos de la vida, más bien conviene demorarse. Tal parece que para vivir sabiamente hay que tener más de una velocidad. Premura en lo que molesta, lentitud en lo que es placentero. Entre las cosas que parecen acelerarse figura -inexplicablemente- la adquisición de conocimientos."


"En los últimos años han aparecido en nuestro medio numerosos institutos y establecimientos que enseñan cosas con toda rapidez: “….haga el bachillerato en 6 meses, vuélvase perito mercantil en 3 semanas, avívese de golpe en 5 días, alcance el doctorado en 10 minutos”. Quizá se supriman algunos… detalles. ¿Qué detalles? Desconfío. Yo he pasado 7 años de mi vida en la escuela primaria, 5 en el colegio secundario y 4 en la universidad. Y a pesar de que he malgastado algunas horas tirando tinteros al aire, fumando en el baño o haciendo rimas chuscas. Y no creo que ningún genio recorra en un ratito el camino que a mí me llevó decenios.
¿Por qué florecen estos apurones educativos? Quizá por el ansia de recompensa inmediata que tiene la gente. A nadie le gusta esperar. Todos quieren cosechar, aún sin haber sembrado. Es una lamentable característica que viene acompañando a los hombres desde hace milenios.
A causa de este sentimiento algunos se hacen chorros. Otros abandonan la ingeniería para levantar quiniela. Otros se resisten a leer las historietas que continúan en el próximo número. Por esta misma ansiedad es que tienen éxito las novelas cortas, los teleteatros unitarios, los copetines al paso, las “señoritas livianas”, los concursos de cantores, los libros condensados, las máquinas de tejer, las licuadoras y en general, todo aquello que ahorre la espera y nos permita recibir mucho entregando poco.
Todos nosotros habremos conocido un número prodigioso de sujetos que quisieran ser ingenieros, pero no soportan las funciones trigonométricas. O que se mueren por tocar la guitarra, pero no están dispuestos a perder un segundo en el solfeo. O que le hubiera encantado leer a Dostoievsky, pero les parecen muy extensos sus libros. Lo que en realidad quieren estos sujetos es disfrutar de los beneficios de cada una de esas actividades, sin pagar nada a cambio. Quieren el prestigio y la guita que ganan los ingenieros, sin pasar por las fatigas del estudio. Quieren sorprender a sus amigos tocando “Desde el Alma” sin conocer la escala de si menor. Quieren darse aires de conocedores de literatura rusa sin haber abierto jamás un libro. Tales actitudes no deben ser alentadas, me parece. Y sin embargo eso es precisamente lo que hacen los anuncios de los cursos acelerados de cualquier cosa. Emprenda una carrera corta. Triunfe rápidamente. Gane mucho “vento” sin esfuerzo ninguno.
No me gusta. No me gusta que se fomente el deseo de obtener mucho entregando poco. Y menos me gusta que se deje caer la idea de que el conocimiento es algo tedioso y poco deseable. ¡No señores: aprender es hermoso y lleva la vida entera!
El que verdaderamente tiene vocación de guitarrista jamás preguntará en cuanto tiempo alcanzará a acompañar la zamba de Vargas. “Nunca termina uno de aprender”, reza un viejo y amable lugar común. Y es cierto, caballeros, es cierto.
Los cursos que no se dictan: Aquí conviene puntualizar algunas excepciones. No todas las disciplinas son de aprendizaje grato, y en alguna de ellas valdría la pena una aceleración. Hay cosas que deberían aprenderse en un instante. El olvido, sin ir más lejos. He conocido señores que han penado durante largos años tratando de olvidar a damas de poca monta (es un decir). Y he visto a muchos doctos varones darse a la bebida por culpa de señoritas que no valían ni el precio del primer Campari. Para esta gente sería bueno dictar cursos de olvido. “Olvide hoy, pague mañana”. Así terminaríamos con tanta canalla inolvidable que anda dando vueltas por el alma de la buena gente.
Otro curso muy indicado sería el de humildad. Habitualmente se necesitan largas décadas de desengaños, frustraciones y fracasos para que un señor soberbio entienda que no es tan pícaro como él supone. Todos -el soberbio y sus víctimas- podrían ahorrarse centenares de episodios insoportables con un buen sistema de humillación instantánea.
Hay -además- cursos acelerados que tienen una efectividad probada a lo largo de los siglos. Tal es el caso de los “sistemas para enseñar lo que es bueno”, “a respetar, quién es uno”, etc. Todos estos cursos comienzan con la frase “Yo te voy a enseñar” y terminan con un castañazo. Son rápidos, efectivos y terminantes.
Elogio de la ignorancia: Las carreras cortas y los cursillos que hemos venido denostando a lo largo de este opúsculo tienen su utilidad, no lo niego. Todos sabemos que hay muchos que han perdido el tren de la ilustración y no por negligencia. Todos tienen derecho a recuperar el tiempo perdido. Y la ignorancia es demasiado castigo para quienes tenían que laburar mientras uno estudiaba.
Pero los otros, los buscadores de éxito fácil y rápido, no merecen la preocupación de nadie. Todo tiene su costo y el que no quiere afrontarlo es un garronero de la vida. De manera que aquel que no se sienta con ánimo de vivir la maravillosa aventura de aprender, es mejor que no aprenda.
Yo propongo a todos los amantes sinceros del conocimiento el establecimiento de cursos prolongadísimos, con anuncios en todos los periódicos y en las estaciones del subterráneo.
“Aprenda a tocar la flauta en 100 años”.
“Aprenda a vivir durante toda la vida”.
“Aprenda. No le prometemos nada, ni el éxito, ni la felicidad, ni el dinero. Ni siquiera la sabiduría. Tan solo los deliciosos sobresaltos del aprendizaje”.

Alejandro Dolina (*)

(*) Poeta, escritor y animador argentino. Alejandro Dolina nació en la localidad de Baigorrita, al noreste de la provincia de Buenos Aires, pero se crió en el barrio de Caseros. Desde su adolescencia está relacionado con la música y literatura, teniendo un fugaz acercamiento a la Facultad de Derecho. Entre sus obras destacadas se encuentran estos títulos: Crónicas del Ángel Gris (1988), Lo que me costó el amor de Laura (1998),  El libro del fantasma (1999), Radiocine (2002), Tangos del Bar del infierno (2004) y Bar del Infierno (2005).


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Tuesday, August 2, 2016

DIÁLOGO: tiempo de encuentro del Hombre con el Hombre.



"El hecho fundamental de la existencia humana es el hombre con el hombre. Lo que singulariza al mundo humano es, por encima de todo, que en él ocurre entre ser y ser algo que no encuentra par en ningún otro rincón de la naturaleza."

Martin Buber






Etimológicamente, DIÁLOGO significa plática entre dos o más personas que, alternativamente, manifiestan sus ideas o afectos.

Dialogar, entonces, no es superponer las ideas propias frente a las de otros; por el contrario, dialogar es “conocer a través de”. Es el encuentro entre dos o más pensamientos que desean construir una idea superadora. Es la convocatoria de dos almas que anhelan conocerse y compartirse. Sin embargo, hay un diálogo previo a cualquier otro: aquel que el alma sostiene consigo misma en la experiencia del silencio.

Hans-Georg Gadamer (*) expresa que nuestra condición en el mundo es un “vivir en el diálogo” dado que “habitamos en la palabra”. Sería un buen indicio honrar la palabra como vehículo hacia el diálogo personal, educativo, político, histórico, filosófico, humano.

Dialogar supone escindirse de cualquier exaltación del ego cuando éste tiende a evadir o invadir al otro. Dialogar es el arte de “mirar juntos” y esa mirada conjunta posibilita la comunicación profunda, desde las perspectivas del respeto, del entendimiento y de la tolerancia –entre otras-.

El dialogo nos invita a relevar y revelar la propia integridad; nos insta a compartir nuestra humanidad de luces y sombras con la autenticidad de ser quienes somos.

“Uno puede ir al diálogo mucho más auténticamente sino disimula sus heridas” dice Santiago Kovadloff (**). Que esa autenticidad restablezca la Palabra y que ésta restituya el diálogo frente a la violencia, frente al descontento, frente a la irracionalidad. 

El diálogo no es una tesis o un programa a desarrollar; es una acción humana transformadora que compromete, construye y ama.



Marité Tilvé.
Lic. C. de la Comunicación - Periodista
Rescatando Valores

(*) Filósofo alemán. Se licenció con una tesis doctoral en filosofía que dirigió Martin Heidegger. Es conocido especialmente por su obra"Verdad y método" y por su renovación de la Hermenéutica.
(**) Santiago Kovadloff nació en Buenos Aires. Se graduó en Filosofía en la Universidad de Buenos Aires con una tesis sobre el pensamiento de Martín Buber titulada "El oyente de Dios".

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