Thursday, September 29, 2016




CULTIVAR LA NUEVA TIERRA


“Una cultura es un cultivo, y para cultivar la nueva tierra, hemos de cultivar nuestra propia tierra, la de nuestro cuerpo, la de nuestra energía. Hemos de cultivar la tierra de nuestras relaciones humanas, pues de ella nace toda economía. Hemos de cultivar la tierra de todas nuestras religiones para que todas sean religiones del amor y el amor sea nuestra verdadera religión”.


Como una glaciación que congeló la expansión desordenada llegó, en la década de los años 30, la recesión de la economía mundial. En nuestros días el crecimiento artificial, jalonado por la invasividad de la competencia y de la guerra, se congela de nuevo, como diciéndonos que la contracción es sólo aquello que sucede a la expansión. En las crisis despertamos, de las emergencias, emergemos. Si no nos resistimos al cambio podemos en verdad crecer.

Y ¿Qué tal si no nos resistimos a contraernos? Tal vez así la crisis podría convertirse en una preciosa oportunidad para regresar a nosotros mismos y, a través de este ocaso, reconocer la belleza de nuestra noche interna. Estamos a tiempo para concebirnos de nuevo. Para reinventarnos. En esta contracción puede suceder lo que de veras vale para ser: una expansión interior, un encender el corazón, para que la tierra sea hogar y hoguera.
¿Regresamos?

Si….de una vez por todas, sin resistencias, regresemos. Si después de cada expansión el corazón no se pudiera contraer, no sería posible nuestra vida. Si en la matriz del caos no se gestara el nuevo orden, la evolución no sería posible. Sin un camino de retorno la vida pierde su sentido. Regresar por los caminos recorridos, para encontrar adentro el lugar donde un día nos perdimos, es ahora necesario. Escuchemos la voz de la necesidad, para reconocer que no hay cosecha sin semilla.

Perdimos el contacto con lo esencial cuando confundimos ser y tener, vivir y consumir, existir y cosechar. Perdimos la conciencia de la esencia cuando convertimos la existencia en una estrategia para crecer cuantitativamente. Perdimos el rumbo cuando nuestro intelecto se alejó de nuestro centro y, así, sin corazón, nuestro crecimiento fue tan externo como peligroso. La macroeconomía iba muy bien, claro está, la apariencia era fantástica, pero no había un soporte interior, y como un castillo de naipes, una tras otro fueron cayendo las aparentemente invulnerables fortalezas. Porque no tenían corazón.

El corazón de la vida se expande y se contrae. Las expansiones indefinidas no son posibles, pues la misma vida se renueva por la muerte, y el devenir evolutivo hace que todos los caminos conduzcan de nuevo hasta nosotros mismos. En todo caso, más tarde o más temprano, regresamos sobre nuestros propios pasos. Cada paso es una huella, un surco en la tierra de la vida, donde sembramos las semillas de nuestras acciones. Y un día regresamos, para constatar que la calidad de la cosecha es el resultado de la siembra.

Y ¿Qué hemos sembrado? La ilusión de una libertad sin responsabilidad. El espejismo de la exclusividad. La confusa idea de ser para tener, que nos ha llevado a la ilusión de creer que es esencia la apariencia. Sembramos ya no el Dios universal del amor sino un pequeño Dios, a imagen y semejanza de nuestros pequeños intereses. Hemos sembrado la semilla de la competencia y nos hemos perdido la cosecha humana del compartir. Hemos sembrado la semilla de la posesividad y nos hemos perdido la cosecha de la fraternidad. Sembramos para saciar nuestros sentidos y cosechamos el vacío del sentido. Hemos sembrado la esperanza en los valores de la bolsa mientras se desvalorizaban las acciones de nuestra propia humanidad. Invertimos en seguros de vida que sólo nos podían asegurar la muerte.

Lo esencial no es el fruto de nuestras acciones, lo verdaderamente sustancial son las semillas. Lo esencial no es producir, ni cosechar, ni mucho menos consumir. Lo esencial, esa siembra verdadera que determina la calidad de nuestras cosechas, es lo que damos de todo corazón. En ello nos jugamos la felicidad.

Una cultura es un cultivo, y para cultivar la nueva tierra, hemos de cultivar nuestra propia tierra, la de nuestro cuerpo, la de nuestra energía. Hemos de cultivar la tierra de nuestras relaciones humanas, pues de ella nace toda economía. Hemos de cultivar la tierra de todas nuestras religiones para que todas sean religiones del amor y el amor sea nuestra verdadera religión.

Cuando, alrededor de sus cuarenta años de vida, las águilas maduras no pueden utilizar ya ni su pico ni sus garras retorcidas, destruyen el pico envejecido golpeándolo contra las rocas. Después de un largo ayuno crece un nuevo pico con el que se arrancan de raíz las plumas viejas y las inservibles garras. Con su equipaje renovado las águilas emprenden el vuelo de una nueva vida. ¿Qué tal si renunciáramos a nuestra desmedida ambición que es como la avidez envejecida del pico y de las garras? Es tiempo de emprender el vuelo del alma humana para contemplar la unidad del plan del que somos parte. Es el tiempo de revisar la economía, pero no sólo la de las relaciones entre los gobiernos y la banca, sino también nuestra economía cotidiana, para renunciar, para saber perder sin perdernos, para desechar, también nosotros todos, la ilusión neoliberal de una expansión ilimitada.

Restauremos la economía dando nueva vida a las cosas humildes y sencillas. Barrer, escarbar la tierra, recoger las hojas secas, garrapatear de nuevo el poema que había matado nuestra prisa. Mirarnos a los ojos sin temor. Cultivar en presente la confianza, para que en el horizonte de la vida se dibuje un nuevo amanecer. Cuando a nuestra vida vuelva la humildad sencilla de ser lo que somos, seguro habrá más tiempo, tendremos tiempo, seremos tiempo. Seremos cultores de la nueva tierra y no simplemente cultos. No temamos, no nos caeremos de nosotros. A lo mejor toquemos fondo, pero no hay nada más peligroso que las olas superficiales, cuando no tenemos el ancla del ser en el fondo de nosotros. Más allá de la incertidumbre, en el reino de las profundidades, el tener se disuelve en el propio ser, y ya nada se puede perder.

Caen las acciones. Ascienden sin un segundo de retraso las mareas y el reloj cósmico marca nuestro tránsito por la constelación de Acuario. No se quedó la tierra en Piscis. Caen por enésima vez los indicadores de la bolsa de valores, pero aún la savia asciende en busca de la luz. Se alteran los ciclos de la economía pero la tierra gira sobre si misma cada veinticuatro horas, y alrededor del sol, justamente en los trescientos sesenta cinco días del reloj solar. ¿Vemos oscuro el porvenir y queremos refugiarnos en el pasado? Entonces, hay una solución posible. Disolvernos en esa naturaleza que es la nuestra. Revolvernos. Resolvernos, para que comience el presente, ese tiempo interior indelegable en que podemos ser como nosotros. Y regresar a la madre, a la tierra, al surco, a la luz interior de nuestro recóndito fuego. Encontrar la belleza sencilla de lo esencial. Revelar de la apariencia su vanidad sin sustancia y sin sentido. Tal vez en esta crisis de sentido podamos cambiar de dirección, para volver por el camino de nosotros mismos. Se puede ganar perdiendo. Se puede perder ganando. Cuando no nos resistimos a perder el lastre del no ser, revelamos la siempre alegra y sencilla la levedad del ser. Cuando la cosecha nos hace olvidar de las semillas perdemos la magia del sembrador. Si la abundancia nos hace olvidar que el dar es nuestra siembra, esa abundancia sólo será el primer paso a la miseria.

Que Dios bendiga esta crisis. Que en el surco de nuestra tierra herida sembremos ahora las mejores semillas. Las de la tolerancia y la flexibilidad. Las de la humildad y la de la sencillez. Y, sobre todo, la semilla de la autenticidad, para que seamos lo que somos de verdad, y nuestra economía, nuestras relaciones y nuestra vida no estén, ya nunca más, soportadas en la mentira.”

Dr. Jorge Carvajal Posada (*)

Fuente: Fundación Ananta


(*) El doctor Jorge Carvajal  nació en Medellín (Colombia). Es médico de la Universidad de Antioquía, pionero de la medicina bioenergética en Hispanoamérica y creador de la sintergética. Ésta es una propuesta médica que, desde el espíritu de la síntesis, integra los avances en biocibernética y en teoría general de sistemas, la física cuántica, las medicinas tradicionales y los más modernos descubrimientos de la medicina occidental, a la sanación, concebida ésta como el camino hacia la paz, la armonía interior y la solidaridad en las relaciones. Carvajal es a la vez un brillante médico y filósofo, científico de vanguardia y artista. Su trabajo no nace sólo del intelecto, es una experiencia viva que llega al corazón. Es cofundador de Viavida, sociedad destinada a la investigación, la asistencia y la docencia, que constituye la plataforma para la expansión mundial de esta nueva forma de entender la medicina.

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ENTRE LIBROS...




Lou Marinoff 
Daisaku Ikeda

Conversaciones sobre el poder transformador de la filosofía









"Si hay algo que enriquece nuestra condición humana es vivir conscientes de lo mucho que debemos a los demás y tener presente el deseo sincero de retribuir a los semejantes. En cambio, quien olvida sus deudas de gratitud obstruye el camino de su propio crecimiento personal."

D. IKEDA

“Quienquiera que reciba una educación superior debe ser consciente de que ese don tiene el objetivo de beneficiar a la humanidad” 

L. MARINOFF



SINOPSIS

Lou Marinoff y Daisaku Ikeda conversan en este libro acerca de los siguientes temas enmarcados en el ámbito de la filosofía: la gratitud hacia los padres, las fuentes del optimismo, la recuperación de los objetivos, el respeto, la naturaleza de la curación, el poder curativo del diálogo, el diálogo para la consecución de la paz y el humanismo, la sabiduría atemporal, la práctica de la virtud, las artes y el espíritu humano, la interrelación entre la vida y la muerte, las mujeres y la construcción de culturas de paz, el alivio del sufrimiento y la difusión de la felicidad.

En total, son dieciséis intensas conversaciones entre dos filósofos, uno occidental y el otro oriental, que mediante planteamientos propios del discurso filosófico buscan medios que contribuyan a la creación de una sociedad más humana, más justa y más compasiva.

Lou y Daisaku nos llevan a otro tiempo, tan lejano, tan olvidado, tradiciones de un Sócrates, de un Platón, de un Shakyamuni. Nace ahí la palabra pronunciada, la palabra escrita, en la propia filosofía, en el deseo de cambiar el lugar donde estamos, las conductas que nos hieren, las familias, del pequeño al gran entorno, guerra y paz, pasión, el bien y el mal, de lo constructivo a lo destructivo, de la dualidad, del Jin y el Jan, el Tao, el humano, del camino medio.

Es volver a los ancestros, al origen y sin tapujos, ahí, expuestos a darse la mano, a abrazarse sin fronteras, sin sexos, sin edades, sin límites. El respeto al ritmo de la palabra. Un diálogo en su más extenso significado que es la plática entre dos personas que alternativamente manifiestan sus ideas o afectos.


BIOGRAFÍA BREVE

Lou Marinoff 

Lou Marinoff nació en 1951 en Montreal (Quebec, Canadá). Es un escritor conocido por su labor de divulgación de la filosofía, procurando acercarla a todos los públicos. Alcanzó gran popularidad tras la publicación de su libro "Más Platón y menos Prozac", convertido en un best-seller a nivel mundial.

Marinoff es Doctor en Filosofía de la Ciencia por la University College de Londres. Trabaja como profesor asociado y ejerce como vicedecano de Filosofía en el City College de Nueva York. Es miembro de varias instituciones y fue presidente de la ASPCP (Sociedad Americana de Filosofía, Asesoramiento y Psicoterapia), entidad que abandonó para fundar la APPA (Asociación Americana de la Terapia Filosófica). Realiza desde 1991 labores de asesor filosófico, dirigidas tanto a particulares como a asociaciones profesionales, instituciones educativas, gobiernos o empresas. Es autor de varios libros, sus obras suelen tratar sobre filosofía práctica y ética. 

Obras principales:

- Mas Platón y menos Prozac
- Pregúntale a Platón
- El ABC de la felicidad
- El poder del Tao


Daisaku Ikeda

Daisaku Ikeda es un líder budista, promotor entusiasta de la paz, escritor, poeta, educador y fundador de varias instituciones dedicadas a fomentar la cultura, la educación y losestudios sobre la paz alrededor del mundo. 

En su calidad de tercer presidente de la Soka Gakkai (sociedad consagrada a la creación de valor) y de fundador de la Soka Gakkai Internacional (SGI), Daisaku Ikeda ha inspirado el desarrollo de una de las asociaciones budistas laicas de índole internacional más grande y diversa del mundo. El movimiento de la SGI, basado en la filosofía del budismo de Nichiren de setecientos años de antigüedad, está dedicado a fortalecer al ser humano y a fomentar en los individuos un sentido de compromiso social que conduzca al florecimiento de la paz, la cultura y laeducación.

Como presidente del movimiento budista laico Sōka Gakkai Internacional (SGI), se ha dedicado a diversas actividades por la paz y el fortalecimiento de las personas, y ha fundadoinstituciones culturales, educativas y de investigación sobre la paz en todo el mundo.

Obras principales:

- El Budismo chino
- El nuevo Humanismo
- Cantos de mi corazòn
- El Buda viviente.


Fuentes: http://www.teresagallego.es // http://www.casadellibro.com // http://www.edicionesb.com //


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Tuesday, September 20, 2016

ANTICIPO DE PRIVAVERA.



Que el espíritu de renovación de la Primavera nos conecte con las posibilidades de transformación de nuestra conciencia -aún dormida- para darle la bienvenida al propio renacer.







EL PRIMER VERDOR

“Con el 21 de setiembre, en el hemisferio sur, comenzamos el equinoccio de primavera. La palabra primavera procede del vocablo latino “primum” (primero) y “viridis” (verde) que, a su vez, procede de “vivere” (brotar). Por lo cual primavera, etimológicamente, significaba “el primer verdor”, los brotes iniciales de la naturaleza que renace.

La primavera, en la Antigüedad, tiene relación con distintas mitologías. En la romana la diosa Flora era la divinidad de las flores y los jardines. Su festividad -la Floralia- simbolizaba la renovación y el resurgimiento del ciclo de la vida. Su equivalente en la mitología griega era Cloris, la diosa eternamente joven que fue raptada y casada con el dios de los vientos –Céfiro- al quedar obnubilado por su belleza concediéndole, por ello, el imperio de las flores.

También la diosa Deméter, la Madre Tierra o Madre del Grano - llamada Ceres en la mitología romana-  tenía como misión cuidar los cultivos y la fecundidad de la tierra. Ella era la madre de Perséfone, de gran belleza, conocida como Proserpina en la mitología romana. El dios Hades -el dios de los muertos-  llamado Plutón en la mitología romana, se enamoró de ella a primera vista, la raptó y la llevó a su reino, en los infiernos. Aunque Perséfone gritó pidiendo la ayuda al dios supremo, Zeus, éste no la oyó. Sólo Helios, el sol, y Hécate, diosa de la noche y de la hechicería - Trivia en la mitología romana-  se percataron de lo que había sucedido. Helios contó a Démeter que su hija había sido secuestrada por Hades. Llena de dolor, la afligida madre se negó a permanecer en el Monte Olimpo, residencia de los dioses y disfrazada de una anciana buscó a su hija.

La diosa vagó por la tierra por largo tiempo sin poder encontrar a Perséfone. No la encontraba y,  dolorida por su ausencia, decidió detener las cosechas. Zeus y los demás dioses le rogaron que permitiera que los cultivos dieran su fruto. Ella se negó y amenazó con hacer padecer a toda la humanidad de hambre si Hades no concedía que su hija  regresara con ella. Zeus ordenó entonces a Hades que trajera a Perséfone desde el infierno, lo que éste cumplió, no sin antes hacer que la joven comiera  seis  granos de granada, símbolo de la indisolubilidad del matrimonio que habían contraído.

Algunos dicen que le hizo consumir, además, la comida de los muertos, lo cual hacía imposible que volviera por siempre junto a su madre. Las seis semillas de granada implicaban que tendría que vivir seis meses –el tiempo de la germinación de dicha semilla- en la oscuridad del infierno, cuando llegara el invierno, y seis meses con su madre, al comenzar la primavera. Durante el tiempo en que su hija estaba con Hades, Deméter se entristecía, provocando -con su humor y tristeza- el otoño y el invierno. La presencia y la ausencia de Perséfone  provocaban -en el mundo de los mortales- la alternancia de las estaciones.

La Primavera, tanto en la naturaleza como en las mitologías, está asociada al espíritu de Renovación,  Renacimiento, Regeneración, Resurgimiento y Revivificación de todos los procesos vitales. El ciclo de la vida vuelve a empezar con ímpetus renovados. Es el renacer de todo lo vivo, la explosión y el estallido de la existencia con toda su fuerza rejuvenecida en una multitud de colores, texturas y aromas.

Es también -para la mitología griega- un mito de fertilidad, transformación y muerte: el mundo subterráneo donde vive Perséfone, desde el equinoccio de otoño al de primavera, simboliza la semilla sembrada que espera germinar en la próxima primavera, permitiendo la continuación de la vida en la tierra.”

Fuente: “El Arquetipo de la Primavera”

E. Casas (fragmento)

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