Friday, April 28, 2017



ETAPAS

Como toda floración marchita, y toda juventud
con la edad decae, así florece cada etapa de la vida,
florece cada sabiduría y cada virtud
a su tiempo, y no debe durar eternamente.
El corazón, a cada llamada de la vida,
debe estar presto a la despedida y recomienzo,
para entregarse con valor, sin luto,
a otras nuevas ligazones.

Cada comenzar está lleno de un encanto
que nos protege y nos ayuda a vivir.
Hemos de atravesar alegres espacio tras espacio,
no depender de hogar alguno,
el espíritu del mundo no quiere atarnos ni angostarnos,
quiere levantarnos peldaño tras peldaño, ampliarnos.

Apenas nos aclimatamos a un círculo de vida,
y nos acostumbramos confiadamente, cuando ya amenaza el adormecimiento,
solamente el que está preparado al rompimiento y al viaje puede escapar del paralizador acostumbrarse.

Quizá todavía la hora de la muerte
nos envíe espacios nuevos,
nunca tendrá fin en nosotros la llamada de la vida…
¡Bien, pues, corazón, despiértate y sana!

Herman Hesse (*)


(*) H. Hesse fue novelista y poeta alemán, nacionalizado suizo. Hijo de un antiguo misionero, ingresó en un seminario, pero pronto abandonó la escuela; su rebeldía contra la educación formal la expresó en la novela Bajo las ruedas (1906). En consecuencia, se educó él mismo a base de lecturas. Sus escritos se fueron enfocando hacia la búsqueda espiritual de nuevos objetivos y valores que sustituyeran a los tradicionales, que ya no eran válidos. Demian (1919), por ejemplo, estaba fuertemente influenciada por la obra del psiquiatra suizo Carl Jung, al que Hesse descubrió en el curso de su propio (breve) psicoanálisis. Viaje al Este (1932) examina en términos junguianos las cualidades míticas de la experiencia humana. Siddharta (1922), por otra parte, refleja el interés de Hesse por el misticismo oriental —el resultado de un viaje a la India—; es una lírica novela corta de la relación entre un padre y un hijo, basada en la vida del joven Buda. El lobo estepario (1927) es quizás la novela más innovadora de Hesse. La doble naturaleza del artista-héroe —humana y licantrópica— le lleva a un laberinto de experiencias llenas de pesadillas; así, la obra simboliza la escisión entre la individualidad rebelde y las convenciones burguesas, al igual que su obra posterior Narciso y Goldmundo (1930). La última novela de Hesse, El juego de abalorios (1943), situada en un futuro utópico, es de hecho una resolución de las inquietudes del autor. También en 1952 se han publicado varios volúmenes de su poesía nostálgica y lúgubre. Hesse, que ganó el Premio Nobel de Literatura en 1946, murió el 9 de agosto de 1962 en Suiza.



Monday, April 24, 2017



DÍA DE ACCIÓN POR LA TOLERANCIA
Y EL RESPETO ENTRE LOS PUEBLOS
24 de Abril


"...la tolerancia tiene mucho que ver con la comprensión y con el respeto ante lo que piensan los demás, sabiendo que es posible la verdad. Se trata de propiciar un sano ambiente de convivencia, de libertad, de respeto mutuo."



“Parafraseando parte del Preámbulo de la Carta de Naciones Unidas, podemos afirmar categóricamente que a pesar del tiempo en el que estamos es cada vez más urgente ‘practicar la tolerancia aspirando a mantener la paz, la justicia, el respeto de los derechos humanos y promover el progreso social’.

En efecto, pocas expresiones son tan utilizadas en el lenguaje y en la conversación y, sin embargo, el sentido de la palabra tolerancia es, más bien, un auténtico misterio para mucha gente. Para unos significa que vale todo, que nada se puede imponer por la fuerza. Para otros se trata de un término equivalente a la indiferencia e, incluso, hay quien piensa que, como todo es relativo, cada uno puede pensar escribir lo que le venga en gana. Ahora bien, para entender lo que es la tolerancia no cabe más remedio que tener en cuenta su contrario: la intolerancia. ¿Por qué? Porque, se quiera o no, la intolerancia es el fenómeno principal y la tolerancia aparece por oposición a ella. Por eso, el tema clave es saber si se puede tolerar la intolerancia ya que, en un sentido amplio, tolerancia es permitir que cualquier idea, así como su expresión y los comportamientos a que dé lugar, se desarrollen sin trabas.

Si hubiera que tolerar la intolerancia, lo cual es obvio que es un disparate, nos encontraríamos con algo en sí mismo imposible: la absolutización de la tolerancia. Por tanto, la tolerancia tiene límites, pues, como gustaba decir a Umberto Eco “para ser tolerantes hay que fijar los límites de la tolerancia” ya que, de lo contrario, la tolerancia iría desapareciendo. Ejemplos de intolerancia sobran en la historia pero, como denominador común, conviene señalar que su principal característica reside en no aceptar la realidad, eliminar al adversario, estorbar su existencia o su expresión, o no darle opción para manifestarse. La intolerancia, en sí misma, implica la eliminación de quienes expresan lo que se considera un error. Las persecuciones de los romanos, las matanzas de campesinos a manos de protestantes, las deportaciones de irlandeses a causa de la intolerancia puritana en Gran Bretaña, el nazismo, el fascismo o el comunismo. Hoy las persecuciones de cristianos en Oriente Medio o las condenas mediáticas a quienes expresan opiniones o convicciones contrarias a las pretensiones de ciertos lobbies etc. son algunos de los muchos ejemplos en los que se ha manifestado, y se sigue manifestando, la intolerancia.

A principios de un nuevo siglo, no se puede decir que la tolerancia sea una práctica habitual en el mundo actual. Todavía coexisten actitudes fundamentalistas, todavía hay personas, no pocas, que no pueden exponer libremente sus ideas, todavía hay no poca censura, todavía hay, en definitiva, actitudes que marginan a muchos seres humanos debido a sus convicciones, ya sean políticas o religiosas.
La tolerancia es, sobre todo, una actitud que hay que promover sin miedo. La tolerancia no implica indiferencia, ni falta de crítica o discrepancia. Como tampoco supone que sea imposible la verdad, pues nadie puede ser tan escéptico que niegue ser verdad su propio escepticismo. No todo vale, ni todo es relativo, ni todo es posible. La cultura de la tolerancia, que ahora se quiere impulsar, no es una actitud de simple neutralidad o indiferencia.

Por eso la tolerancia tiene mucho que ver con la comprensión y con el respeto ante lo que piensan los demás, sabiendo que es posible la verdad. Se trata de propiciar un sano ambiente de convivencia, de libertad, de respeto mutuo. Eso sí, asumiendo que, en este marco, cada uno puede discrepar, criticar abiertamente sin ningún miedo las opiniones ajenas. Esperemos que con el desarrollo de la tolerancia vayamos perdiendo el miedo a la libertad y a esa apasionante tarea que es la búsqueda de la verdad. Buena falta hace que nos acostumbremos más a que se nos pueda llevar la contraria sin que por ello se agrie el carácter. Y sobre todo, que abandonemos esa práctica tan funesta e injusta de etiquetar a las personas como si fueran simples mercancías.

En fin, es cada vez más urgente que el pluralismo sea real y efectivo y que todo ser humano, independientemente de su posición en la sociedad, pueda, de verdad, sentirse escuchado.”

Jaime Rodríguez-Arana (*)


(*) Jaime Rodríguez-Arana Muñoz  nació en Ferrol el 7 de abril de 1961. Doctor en Derecho y Catedrático de Derecho Administrativo. Político y escritor. Fue galardonado con los premios "Decano Zárate y Penichez" del Colegio de Abogados de Santa Cruz de Tenerife y "Decano Raimundo d'Adabal" del Colegio de Abogados de Barcelona. En 2003, el Gobierno español lo ha distinguido con la 'Gran Cruz de Isabel la Católica'. El 5 de diciembre de 2003 fue el encargado de la ponencia para la celebración del Día de la Constitución, en el Concello de Ferrol. Rodríguez-Arana será el responsable de redactar la Carta Iberoamericana de los Derechos de los Ciudadanos.

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Saturday, April 22, 2017

Día Internacional de la Madre Tierra.




En 1854, el Presidente de los EE.UU Franklin Pierce hizo una última oferta por una gran extensión de tierras indias al Jefe Seattle -jefe del pueblo indígena Suquamish- prometiendo crear una "reserva" para su pueblo. El jefe Seatle, con una profunda comprensión acerca de la relación  entre la naturaleza y los seres humanos, le dirigió esta carta...


CARTA DEL JEFE SEATTLE

“¿Cómo se puede comprar o vender el firmamento, ni aún el calor de la tierra? Dicha idea nos es desconocida. Si no somos, dueños de la frescura del aire ni del fulgor de las aguas, ¿Cómo podrán ustedes comprarlos?
Cada parcela de esta tierra, es sagrada para mi pueblo, cada brillante mata de pino, cada grano de arena en las playas, cada gota de rocío en los bosques, cada altozano y hasta el sonido de cada insecto es sagrado a la memoria y al pasado de mi pueblo.
La savia que circula por las venas de los árboles lleva consigo las memorias de los pieles rojas. Los muertos del hombre blanco olvidan su país de origen cuando emprenden sus paseos entre las estrellas; en cambio, nuestros muertos nunca pueden olvidar esta bondadosa tierra, puesto que es la madre de los pieles rojas. Somos parte de la tierra y asimismo, ella es parte de nosotros. Las flores perfumadas son nuestras hermanas: el venado, el caballo, la gran águila; éstos son nuestros hermanos. Las escarpadas peñas, los húmedos prados, el cuerpo del caballo y el hombre, todos pertenecemos a la misma familia.
Por todo ello, cuando el Gran jefe de Washington nos envía el mensaje de que quiere comprar nuestras tierras; nos está pidiendo demasiado. También el Gran Jefe nos dice que nos reservará un lugar en el que podamos vivir confortablemente entre nosotros, él se convertirá en nuestro padre y nosotros en sus hijos. Por ello consideramos su oferta de comprar nuestras tierras. Ello no es fácil ya que está tierra es sagrada para nosotros.
El agua cristalina que corre por ríos y arroyuelos no es solamente el agua si no también representa la sangre de nuestros antepasados. Si les vendemos tierras deben recordar que es sagrada y que cada reflejo fantasmagórico en las claras aguas de los lagos cuenta los sucesos y memorias de las vidas de nuestras gentes. El murmullo del agua es la voz del padre de mi padre.
Los ríos son nuestros hermanos y sacian nuestra sed; son portadores de nuestras canoas y alimentan a nuestros hijos. Si les vendemos nuestras tierras ustedes deben recordar y enseñarles a sus hijos que los ríos son nuestros hermanos y también lo son suyos y, por lo tanto, deben tratarlos con la misma dulzura con que se trata a un hermano.
Sabemos que el hombre blanco no comprende nuestro modo de vida. Él no sabe distinguir entre un pedazo de tierra y otro, ya que es un extraño que llega de noche y toma de la tierra lo que necesite. La tierra no es su hermana sino su enemiga y una vez conquistada sigue su camino, dejando atrás la tumba de sus padres sin importarle. Les secuestra la tierra a sus hijos. Tampoco le importa, tanto la tumba de sus padres como el patrimonio de sus hijos son olvidados. Trata a su madre, la tierra, y a su hermano, el firmamento, como objetos que se compran, se explotan y se venden como ovejas o cuentas de colores. Su apetito devorará la tierra dejando atrás sólo un desierto.
No sé, pero nuestro modo de vida es diferente al de ustedes, la sola vista de sus ciudades apena los ojos del piel roja. Pero quizás sea porque el piel roja es un salvaje y no comprende nada.
No existe un lugar tranquilo en las ciudades del hombre blanco, no hay sitio donde escuchar cómo se abren las hojas de los árboles en primavera o como aletean los insectos. Pero quizás también esto debe ser porque soy un salvaje que no comprende nada. El ruido parece insultar nuestros oídos. Y, después de todo ¿para qué sirve la vida si el hombre no puede escuchar el grito solitario del chotacabras (aguaitacaminos) ni las discusiones nocturnas de las ranas al borde de un estanque? Soy un piel roja y nada entiendo. Nosotros preferimos el suave susurro del viento sobre la superficie de un estanque, así como el olor de ese mismo viento purificado por la lluvia del mediodía o perfumado con aromas de pinos.
El aire tiene un valor inestimable para el piel roja ya que todos los seres comparten un mismo aliento la bestia, el árbol, el hombre, todos respiramos el mismo aire. El hombre blanco no parece consciente del aire que respira; Como un moribundo que agoniza durante muchos días es insensible al hedor. Pero si les vendemos nuestras tierras deben recordar que el aire no es inestimable, que el aire comparte su espíritu con la vida que sostienen. El viento que dio a nuestros abuelos el primer soplo de vida, también recibe sus últimos suspiros. Y si les vendemos nuestras tierras, ustedes deben conservarlas como cosa aparte y sagrada, como un lugar donde hasta el hombre blanco pueda saborear el viento perfumado por las flores de las praderas.
Por ello consideramos su oferta de comprar nuestras tierras. Si decidimos aceptarla, yo pondré condiciones: El hombre blanco debe tratar a los animales de esta tierra como a sus hermanos.
Soy un salvaje y no comprendo otro modo de vida. He visto a miles de búfalos pudriéndose en las praderas, muertos a tiros por el hombre blanco desde un tren en marcha. Soy un salvaje y no comprendo como una máquina humeante puede importar más que el búfalo al que nosotros matamos s6lo para sobrevivir.
Deben enseñarles a sus hijos que el suelo que pisan son las cenizas de nuestros abuelos. Inculquen a sus hijos que la tierra está enriquecida con las vidas de nuestros semejantes a fin de que sepan respetarla. Enseñen a sus hijos que nosotros hemos enseñado a los nuestros que la tierra es nuestra madre. Todo lo que le ocurra a la tierra le ocurrirán los hijos de la tierra. Si los hombres escupen en el suelo, sé escupen a sí mismos.
Esto sabemos: la tierra no pertenece al hombre; el hombre pertenece a la tierra. Esto sabemos, todo va enlazado, como la sangre que une a una familia. Todo va enlazado.
Todo lo que le ocurra a la tierra, les ocurrirá a los hijos de la tierra. El hombre no tejió la trama de la vida: él es sólo un hilo. Lo que hace con la trama se lo hace a sí mismo.
Ni siquiera el hombre blanco, cuyo Dios pasea y habla con él de amigo a amigo, no queda exento del destino común. Después de todo, quizás seamos hermanos. Ya veremos. Sabemos una cosa que quizás el hombre blanco descubra un día: nuestro Dios es el mismo Dios. Ustedes pueden pensar ahora que Él les pertenece lo mismo que desear que nuestras tierras les pertenezcan; pero no es así. Él es el Dios de los hombres y su compasión se comparte por igual entre el piel roja y el hombre blanco.
Esta tierra tiene un valor inestimable para El y si se daña se provocaría la ira del Creador. También los blancos se extinguirían, quizás antes que las demás tribus. Contaminen sus lechos y una noche perecerán ahogados en sus propios residuos.
Pero ustedes caminarán hasta su destrucción rodeados de gloria, inspirados por la fuerza del Dios que los trajo a esta tierra y que por algún designio especial les dio dominio sobre ella y sobre el piel roja. Ese destino es un misterio para nosotros, pues no entendemos por qué se exterminan los búfalos, se doman los caballos salvajes, se saturan los rincones secretos de los bosques con el aliento de tantos hombres y se atiborra el paisaje de las exuberantes colinas con cables parlantes. ¿Dónde está el matorral? Destruido. ¿Dónde está el águila? Desapareció. Termina la vida y empieza la supervivencia.”

Fuente: WRM: Movimiento Mundial por los Bosques Tropicales

Saturday, April 15, 2017



SUJETO entre SUJETOS

"El primer objetivo de la educación consiste en hacernos conscientes de la realidad de nuestros semejantes."

“El hecho de enseñar a nuestros semejantes y de aprender de nuestros semejantes es más importante para el establecimiento de nuestra humanidad que cualquiera de los conocimientos concretos que así se perpetúan o transmiten. De las cosas podemos aprender efectos o modos de funcionamiento, tal como el chimpancé despierto —tras diversos tanteos— atina a empalmar dos cañas para alcanzar el racimo de plátanos que pende del techo; pero del comercio intersubjetivo con los semejantes aprendemos significados. Y también todo el debate y la negociación interpersonal que establece la vigencia siempre movediza de los significados. La vida humana consiste en habitar un mundo en el que las cosas no sólo son lo que son sino que también significan; pero lo más humano de todo es comprender qué, si bien lo que sea la realidad no depende de nosotros, lo que la realidad significa sí resulta competencia, problema y en cierta medida opción nuestra. Y por «significado» no hay que entender una cualidad misteriosa de las cosas en sí mismas sino la forma mental que les damos los humanos para relacionarnos unos con otros por medio de ellas. (...)

El primer objetivo de la educación consiste en hacernos conscientes de la realidad de nuestros semejantes. Es decir: tenemos que aprender a leer sus mentes, lo cual no equivale simplemente a la destreza estratégica de prevenir sus reacciones y adelantarnos a ellas para condicionarlas en nuestro beneficio, sino que implica ante todo atribuirles estados mentales como los nuestros y de los que depende la propia calidad de los nuestros. Lo cual implica considerarles sujetos y no meros objetos; protagonistas de su vida y no meros comparsas vacíos de la nuestra. (…)

La realidad de nuestros semejantes implica que todos protagonizamos el mismo cuento: ellos cuentan para nosotros, nos cuentan cosas y con su escucha hacen significativo el cuento que nosotros también vamos contando... Nadie es sujeto en la soledad y el aislamiento, sino que siempre se es sujeto entre sujetos: el sentido de la vida humana no es un monólogo sino que proviene del intercambio de sentidos, de la polifonía coral. Antes que nada, la educación es la revelación de los demás, de la condición humana como un concierto de complicidades irremediables."

FERNANDO SAVATER (*)
“El valores de educar”

(*) Filósofo y escritor español dedicado sobre todo a la reflexión sobre la ética. Profesor de Filosofía en diversas universidades, y más tarde de Ética en la Universidad del País Vasco, su amplia labor de divulgación y de crítica cultural lo ha convertido en un referente imprescindible para toda una generación en España. Sus comentarios críticos, sus gustos y claves de lectura son determinantes para la configuración del gusto estético y de los hábitos de lectura de su multitud de seguidores. Savater considera a la filosofía como una actividad de crítica permanente, de expresión inalienable de la subjetividad e incluso como provocación; tal ideal halla su justa dimensión en la elaboración de un estilo audaz y expresivo que, a menudo, utiliza el matiz, la ironía y la paradoja como estructuras de razonamiento.
El salto definitivo hacia la novela propiamente dicha lo da con Caronte aguarda (1981), narración policíaca que mezcla una trama personal con una conspiración política, y que constituye una meditación sobre las formas del mal, el delito y la venganza. El diario de Job (1983) constituye una introspección más íntima y profunda, y El dialecto de la vida (1985) trata de la amistad entre un escritor maduro y un joven fotógrafo durante un triple viaje (geográfico, intelectual y amoroso), siguiendo las pistas escocesas de R. L. Stevenson. Entre sus obras teatrales cabe citar Juliano en Eleusis (1981) y Vente a Sinapia (1983), una meditación sobre la utopía, y Guerrero en casa (1992).

Fuente: http://www.biografiasyvidas.com




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