DÍA DE ACCIÓN POR LA TOLERANCIA
Y EL RESPETO ENTRE LOS PUEBLOS
24 de Abril
"...la
tolerancia tiene mucho que ver con la comprensión y con el respeto ante lo que
piensan los demás, sabiendo que es posible la verdad. Se trata de propiciar un
sano ambiente de convivencia, de libertad, de respeto mutuo."
“Parafraseando parte del
Preámbulo de la Carta de Naciones Unidas, podemos afirmar categóricamente que a
pesar del tiempo en el que estamos es cada vez más urgente ‘practicar la
tolerancia aspirando a mantener la paz, la justicia, el respeto de los derechos
humanos y promover el progreso social’.
En efecto, pocas expresiones son
tan utilizadas en el lenguaje y en la conversación y, sin embargo, el sentido
de la palabra tolerancia es, más bien, un auténtico misterio para mucha gente.
Para unos significa que vale todo, que nada se puede imponer por la fuerza.
Para otros se trata de un término equivalente a la indiferencia e, incluso, hay
quien piensa que, como todo es relativo, cada uno puede pensar escribir lo que
le venga en gana. Ahora bien, para entender lo que es la tolerancia no cabe más
remedio que tener en cuenta su contrario: la intolerancia. ¿Por qué? Porque, se
quiera o no, la intolerancia es el fenómeno principal y la tolerancia aparece
por oposición a ella. Por eso, el tema clave es saber si se puede tolerar la
intolerancia ya que, en un sentido amplio, tolerancia es permitir que cualquier
idea, así como su expresión y los comportamientos a que dé lugar, se
desarrollen sin trabas.
Si hubiera que tolerar la
intolerancia, lo cual es obvio que es un disparate, nos encontraríamos con algo
en sí mismo imposible: la absolutización de la tolerancia. Por tanto, la
tolerancia tiene límites, pues, como gustaba decir a Umberto Eco “para ser
tolerantes hay que fijar los límites de la tolerancia” ya que, de lo contrario,
la tolerancia iría desapareciendo. Ejemplos de intolerancia sobran en la
historia pero, como denominador común, conviene señalar que su principal
característica reside en no aceptar la realidad, eliminar al adversario,
estorbar su existencia o su expresión, o no darle opción para manifestarse. La
intolerancia, en sí misma, implica la eliminación de quienes expresan lo que se
considera un error. Las persecuciones de los romanos, las matanzas de
campesinos a manos de protestantes, las deportaciones de irlandeses a causa de
la intolerancia puritana en Gran Bretaña, el nazismo, el fascismo o el
comunismo. Hoy las persecuciones de cristianos en Oriente Medio o las condenas
mediáticas a quienes expresan opiniones o convicciones contrarias a las
pretensiones de ciertos lobbies etc. son algunos de los muchos ejemplos en los
que se ha manifestado, y se sigue manifestando, la intolerancia.
A principios de un nuevo siglo,
no se puede decir que la tolerancia sea una práctica habitual en el mundo
actual. Todavía coexisten actitudes fundamentalistas, todavía hay personas, no
pocas, que no pueden exponer libremente sus ideas, todavía hay no poca censura,
todavía hay, en definitiva, actitudes que marginan a muchos seres humanos
debido a sus convicciones, ya sean políticas o religiosas.
La tolerancia es, sobre todo, una
actitud que hay que promover sin miedo. La tolerancia no implica indiferencia,
ni falta de crítica o discrepancia. Como tampoco supone que sea imposible la
verdad, pues nadie puede ser tan escéptico que niegue ser verdad su propio
escepticismo. No todo vale, ni todo es relativo, ni todo es posible. La cultura
de la tolerancia, que ahora se quiere impulsar, no es una actitud de simple
neutralidad o indiferencia.
Por eso la tolerancia tiene mucho
que ver con la comprensión y con el respeto ante lo que piensan los demás,
sabiendo que es posible la verdad. Se trata de propiciar un sano ambiente de
convivencia, de libertad, de respeto mutuo. Eso sí, asumiendo que, en este
marco, cada uno puede discrepar, criticar abiertamente sin ningún miedo las opiniones
ajenas. Esperemos que con el desarrollo de la tolerancia vayamos perdiendo el
miedo a la libertad y a esa apasionante tarea que es la búsqueda de la verdad.
Buena falta hace que nos acostumbremos más a que se nos pueda llevar la
contraria sin que por ello se agrie el carácter. Y sobre todo, que abandonemos
esa práctica tan funesta e injusta de etiquetar a las personas como si fueran
simples mercancías.
En fin, es cada vez más urgente
que el pluralismo sea real y efectivo y que todo ser humano, independientemente
de su posición en la sociedad, pueda, de verdad, sentirse escuchado.”
Jaime Rodríguez-Arana (*)
(*) Jaime Rodríguez-Arana Muñoz nació en Ferrol el 7 de abril de 1961. Doctor
en Derecho y Catedrático de Derecho Administrativo. Político y escritor. Fue
galardonado con los premios "Decano Zárate y Penichez" del Colegio de
Abogados de Santa Cruz de Tenerife y "Decano Raimundo d'Adabal" del
Colegio de Abogados de Barcelona. En 2003, el Gobierno español lo ha
distinguido con la 'Gran Cruz de Isabel la Católica'. El 5 de diciembre de 2003
fue el encargado de la ponencia para la celebración del Día de la Constitución,
en el Concello de Ferrol. Rodríguez-Arana será el responsable de redactar la Carta
Iberoamericana de los Derechos de los Ciudadanos.
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